Una
piscina vacía es mucho más que agua.
Santiago B. Olmo
Plantearse
como objetivo seriar una pintura no deja de ser algo contradictorio.
Por una lado plantea algunas cuestiones cuya radicalidad no escapa a
una mirada avisada, ya que obliga a replantear cuáles son los
límites y las capacidades de la pintura para analizar las contradicciones
de la representación actualmente y por otro concluye en una manera
de reproponer en primer plano la cuestión de la muerte de la
pintura como una adaptación y un camuflaje con relación
al estilo, al proceso y a la idea.
Pero vayamos por partes. Josechu Dávila es un artista de la paradoja
y sus obras tienden a quebrar las formas perceptivas con las que se
enfrenta la obra de arte. En su trabajo se alternan como dimensiones
diferentes de un mismo proyecto visual diversas instalaciones e intervenciones
sobre el espacio y sobre acontecimientos con pinturas que tienden desde
el uso de una figuración hiperrealista a la confusión
y contradicción de las pautas perceptivas.
Algunas de sus intervenciones inician su título con la palabra
sustracción e inciden en lo que en términos
fotográficos podría definirse como reencuadre negativo,
es decir la intervención consiste en el borrado intencional de
un acontecimiento, como espacio, como imagen o como sucesión
temporal de sonido. Así Sustracción de contenido visual
de un concierto rock fue presentada en formato video en Arco 2003 y
ofrecía una grabación en directo en la que se había
escamoteado la imagen de la interpretación del grupo Sin City
Six en Rock Palace. El resultado era un rectángulo negro que
tapaba el centro de la imagen mientras sonaba la música. Algo
parecido ocurre en Sustracción de contenido radiofónico
realizada en directo durante una entrevista entre Teresa Margolles,
Santiago Sierra y Enrique Jezik en la emisión de Movimiento Perpetuo
en el 96.6 FM en Puebla, México en 2002. La emisión fue
suspendida o cortada (sustraida) durante una proporción correspondiente
a la sección aurea del espacio temporal de emisión (1,27
minutos), advirtiendo previamente a los oyentes del proyecto para que
constaran las reglas y no se pensara que se trataba de una deficiencia
de recepción.
En relación con estos trabajos hay que situar Sustracción
de contenido histórico que se plantea como una instalación
espacial de ocultamiento. Realizada en el estudio del artista en Madrid
en 2002, consistía en ocultar a través de muros falsos
y blancos los objetos y muebles que habitualmente construyen la escena
propia de un estudio-vivienda. El resultado era sin más un espacio
vacío y blanco como el que muestran habitualmente las galerías
de arte.
Tomando como referencia estas piezas podemos hablar de un proyecto artístico
enfocado hacia los límites y condiciones de la percepción.
Más aún sus series de pinturas tienden a representar condiciones
visuales abstractas pero tratadas a través de las herramientas
que ofrece una representación pictórica tan exacta y precisa
como el documento de lo hieperreal, una figuración exacerbada
para representar el vacío o quizás la nada, según
donde nos situemos epistemológicamente. En efecto la pintura
de Josechu Dávila responde a una intensificación del vacío
y actúa como un recurso de la ausencia: las situaciones que propone
parecen configurar una percepción cero, una situación
experimental de ausencia de condiciones. Por eso sus figuraciones abstractas
adoptan el papel de un alter-ego para sus intervenciones de sustracción.
Las pinturas toman su título de sus propias dimensiones y así
esta serie, que se propone como una instalación exhaustiva de
repetición pictórica que representa una situación
de nada (la sombra de una repisa sobre la pared que la sustenta,
integrando en la pintura el marco, la luz y la sombra) se titula de
manera exacta y objetiva (146 x 114) x 12. Es decir se trata
de doce pinturas exactamente iguales, seriadas, copiadas o repetidas
(según prefiramos definir la pintura, como serialización,
copia o repetición) con medidas de 146 centímetros de
altura por 114 centímetros de anchura.
En este caso se trata también de una peculiar sustracción
de algunas de las características de la naturaleza pictórica:
sustracción de la unicidad, de la irrepetibilidad, del sentido
e incluso sustracción de la idea misma de representación.
Sin embargo en contra de lo que pudiera parecer no aparece ninguna crítica
hacia la pintura, más bien podríamos hablar de una reivindicación
de la adaptabilidad e incluso camuflaje de la pintura como sistema representacional
de lo no-visible o al menos de lo que puede ser obviado por la percepción.
Tergiversando e invirtiendo las características de la pintura,
la idea básica de sustracción, entendida en su obra como
una herramienta de análisis perceptivo, se convierte en un sistema
de multiplicación o de redimensionalización. Sin reivindicar
las cualidades artesanales de la copia como otro original, idea bastante
extendida en la pintura clásica, proyecta la repetición
como un recurso ambiental y a la vez procesual: la serie de pinturas,
aunque mantenga un discurso clásico de cuadro y de serie propone
un ambiente de vacío y de extrañamiento, mientras que
establece en la sucesión temporal de realización el clima
preciso del sentido de la obra. Evidentemente no hay nada más
inútil que la seriación o repetición de pinturas
que no representan nada más que una sombra proyectada sobre una
pared, pero a la vez esa repetición de una misma condición
visual resume la idea de espacio como situación básica
de la percepción pictórica actual.
El objetivo de la serie es editar, publicar artesanalmente
pinturas, por tanto se trata de redefinir cual es el límite de
la pintura misma, trasladando la importancia no tanto al cuadro en sí
mismo como a la complejidad espacial de una experiencia visual seriada
en su percepción. No es ni más ni menos que invertir la
sustracción y convertir el vacío en una experiencia positiva
de análisis.
Sin duda la seriación en pintura tiene una tradición muy
rica en propuestas. Es posible encontrar paralelos a estos planteamientos
en obras como las de Allan Mac Collum, pero si en su trabajo la repetición
se basa más que nada en el cuadro y tiene objetivos de un vaciamiento
del objeto-cuadro, en el caso de Josechu Dávila, aflora una perspectiva
más radical y menos atenta a una composición ambiental
decorativa. También Miguel Ángel Campano, en la exposición
que en 1999 presentó en el Palacio de Velázquez de Madrid,
realizó una intervención espacial basada en la seriación
titulada Elías (dapres Daniel Buren) que constaba de 3.003
unidades de pequeños lienzos de 21 x 30 cm. que representaban
puntos blancos o negros sobre fondo blanco o negro, pero aunque la intención
final era de carácter ambiental, la expresión y los elementos
de emotividad permanecían sustanciales. Daniel Buren es un referente
clásico, sin embargo su planteamiento geométrico y espacial
se sobrepone a cualquier otra consideración.
La especificidad de esta instalación pictórica sobre la
seriación-edición de pinturas en clave espacial de Josechu
Dávila estriba en el sentido de vaciamiento esencial que adopta
la pintura, como una estructura residual de la representación
que pone de relieve las contradicciones de la percepción.
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